Los turistas, por el contrario, tratan de pasar inadvertidos (algo que resulta imposible) y comprenden algunos códigos y modismos propios de quienes todos los días de sus vidas trabajan el cobre.
Fiebre por el cobre
No bien terminamos de almorzar, un micro repleto de turistas de todas las nacionalidades se estacionó frente a la Oficina de Informes y Turismo de Chuquicamata.
Allí no sólo nos informaron sobre lo que se podría hacer y no en la mina, sino que también pudimos observar un video demostrativo con el que nos interiorizamos con todo lo relativo a la industria del cobre.
Aprendimos sobre cómo se extrae el metal, los procesos técnicos para su purificación, el trabajo con el mismo y, finalmente, los destinos mundiales hacia donde se dirige tamaña producción, como los mercados asiáticos, europeos y americanos. Los conocimientos teóricos habían logrado calmar la ansiedad del grupo, pero fue por tan sólo algunos minutos.
Mientras algunos hojeaban la revista “Oasis”, un periódico quincenal de la industria minera, bastó con que el chofer del micro prendiera el motor para que todos comenzásemos a formar una gran fila para ir directamente a la mina, donde se encontraba la segunda fase de la clase, la práctica.
Un verdadero gigante que duerme
Apenas el micro se detuvo, era imposible no sorprenderse con lo que podía verse a primera vista.
Una enorme depresión grisácea, por no decir un gran cráter, era el objetivo de nuestras incrédulas miradas. Con 4,5 kilómetros de largo y 3,5 kilómetros de ancho y con una profundidad de más de 800 metros, la mina no pasa inadvertida.
Dos operarios, vestidos de rojo y con sus respectivos cascos, comenzaron a darnos cascos individuales y a indicarnos los pocos lugares por los que nos podíamos desplazar.
En cuestión de segundos, la atracción se trasladó desde las profundidades de la mina a la gran cantidad de equipos viales y maquinarias, que junto a los hombres que las manejan hacen el trabajo duro.
Una flota de aproximadamente 120 camiones se encarga todos los días del año, las 24 horas y los 365 días, de transportar toneladas del mineral que allí se obtiene, que luego se transformará en cobre.
Las ruedas de éstos llamaban la atención de todos los presentes. ¿Por qué? Eran hasta dos veces más grandes que cualquiera de nosotros. Las fotografías ganaron rápidamente lugar.
Luego de casi una hora de escuchar las palabras del guía, fuimos lentamente interiorizándonos con los pormenores de la actividad minera. Actividad que, además de dar trabajo a miles de familias, se encarga de delinear el crecimiento del país a través de su más mimada materia prima: el cobre. “El pan de Chile” lo bautizó Salvador Allende y tenía mucha, mucha razón.
Contacto
Ubicación
Características
Duración1/2 día
DificultadBaja
Tipo de tourContemplativo
Extras
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Para tener en cuentaDesde Chuquicamata, todos los días es posible formar parte de alguno de los tours que parten hacia la gran mina. Se debe reservar lugar en el local de visitas e informes que la firma Codelco tiene frente a la pequeña plaza del pueblo.