Luego, una enorme tranquera daba paso a la zona más amplia, donde deben realizar tres atajadas o quinchadas en las zonas habilitadas para ello, inmovilizando al novillo. Para ello, uno de los jinetes se ubica de manera perpendicular al animal y el otro debe cerrarle el paso, a puro taconeo con espuelas y rienda corta.
Los competidores concentran su esfuerzo y su destreza para conseguir así un buen puntaje. Se les escucha animarse mutuamente a viva voz mientras realizan su trabajo con el caballo. En total, cada corrida ofrece un máximo de trece puntos luego de una suma y resta de acuerdo al desempeño y de los hombres y sus montas.
Al final de la tarde, los jurados dan su veredicto y se conocen los ganadores y los puntajes sumados para presentarse en el gran rodeo nacional que se realiza todos los años en Rancagua. Allí la Champion es la máxima fiesta de la actividad y durante cuatro jornadas muestra los mejores jinetes y cabalgaduras.
La música de cuecas y tonadas estaba en el aire amenizando la tarde entre uno y otro juego. Observamos los puestos de venta de artículos campestres, la confitería y en especial el sector donde se prepara la presentación de los caballos que montan los huasos.
Hermosos caballos criollos o corraleros, cuidados y entrenados para la exigente faena, también tienen su propia contienda. El premio Sello de Raza lo obtiene quien sea elegido por su morfología, pureza en sus características y buenos resultados deportivos.
Nos detuvimos a observar la cuidada y elegante indumentaria de los hombres del rodeo. Con sus clásicos sombreros de ala ancha, sus mantos colocados como poncho y accesorios de cuero, muestran su elegancia. Comentan entre ellos sus corazonadas, sus datos favoritos y conocen detalles de rodeos anteriores.
Éramos un público de paso, pero logramos comprender el sentido de este deporte de campo por excelencia y fue un día de fiesta para nosotros también.