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Tarde de rodeo en Frutillar
Mónica Pons Eduardo EpifanioCada encuentro de rodeo es una fiesta donde se lucen tanto jinetes como cabalgaduras, que compiten en las clásicas corridas por un lugar en el campeonato.
Caminando por Frutillar, encontramos su medialuna, lugar dedicado a la práctica de rodeo y que, abierta al público en general, permite conocer y comprender cómo se desarrolla este deporte de campo.
Especialmente en verano, se llevan a cabo las jornadas con puntaje para los campeonatos nacionales y no falta nadie a la cita. Nos acercamos a presenciar las corridas a las instalaciones del club de rodeo Frutillar, sobre calle Richter.
Con la reunión ya comenzada, nos recibieron la música y los locutores que animaban la tarde y mencionaban los participantes de cada una de las colleras participantes y el nombre de sus caballos.
En las gradas en semicírculo, el público acompañaba con voces y gestos la actuación de los participantes. La tarea de los jinetes en la cancha levantaba polvo y junto a la bandera chilena y el fondo del lago Llanquihue formaban parte del conjunto por demás atractivo.
Nos dispusimos entonces a entender cómo se desarrollaba cada corrida, emulando las tareas de campo más apreciadas por el hombre chileno. A la salida del novillo al ruedo, ambos jinetes debían dar dos vueltas a la primera sección de la medialuna, el apiñadero, arreando al animal.
Luego, una enorme tranquera daba paso a la zona más amplia, donde deben realizar tres atajadas o quinchadas en las zonas habilitadas para ello, inmovilizando al novillo. Para ello, uno de los jinetes se ubica de manera perpendicular al animal y el otro debe cerrarle el paso, a puro taconeo con espuelas y rienda corta.
Los competidores concentran su esfuerzo y su destreza para conseguir así un buen puntaje. Se les escucha animarse mutuamente a viva voz mientras realizan su trabajo con el caballo. En total, cada corrida ofrece un máximo de trece puntos luego de una suma y resta de acuerdo al desempeño y de los hombres y sus montas.
Al final de la tarde, los jurados dan su veredicto y se conocen los ganadores y los puntajes sumados para presentarse en el gran rodeo nacional que se realiza todos los años en Rancagua. Allí la Champion es la máxima fiesta de la actividad y durante cuatro jornadas muestra los mejores jinetes y cabalgaduras.
La música de cuecas y tonadas estaba en el aire amenizando la tarde entre uno y otro juego. Observamos los puestos de venta de artículos campestres, la confitería y en especial el sector donde se prepara la presentación de los caballos que montan los huasos.
Hermosos caballos criollos o corraleros, cuidados y entrenados para la exigente faena, también tienen su propia contienda. El premio Sello de Raza lo obtiene quien sea elegido por su morfología, pureza en sus características y buenos resultados deportivos.
Nos detuvimos a observar la cuidada y elegante indumentaria de los hombres del rodeo. Con sus clásicos sombreros de ala ancha, sus mantos colocados como poncho y accesorios de cuero, muestran su elegancia. Comentan entre ellos sus corazonadas, sus datos favoritos y conocen detalles de rodeos anteriores.
Éramos un público de paso, pero logramos comprender el sentido de este deporte de campo por excelencia y fue un día de fiesta para nosotros también.
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