Paseos y excursiones:
Mirando La Junta desde lo alto
Mónica Pons Eduardo EpifanioDesde varios miradores instalados en lo alto de un cerro tendremos una clara visión de la paleta de colores que son las inmediaciones del pueblo.
Una de las formas de conocer más exhaustivamente un paraje es caminar por sus alrededores. Por eso, de visita en La Junta, cuando vimos que se iniciaba un sendero al costado de la Carretera Austral hacia lo alto de un cerro, no dudamos en tomarlo.
El recorrido lo iniciamos con una pendiente leve pero continua. Muchas hojas en el piso ofrecían humedad al entorno. Al costado, nos acompañaban cañas coligüe y caña quila de hoja ancha. Luego, plantas de chilco, arrayán y notro, todas especies de la zona.
De vez en cuando observamos entre el follaje de los árboles, a la distancia, las calles más cercanas del pueblo; también, la plaza y su entorno.
Cada tanto respiramos profundo y nos ayudábamos con una caña a modo de bastón para no hacer esfuerzos, ya que la cuesta se hacía más empinada.
Sentíamos el aire puro y cuanto más ascendíamos, se purificaba más. Entraba por nuestra nariz hacia los pulmones y percibíamos su efecto sanador. Caminar y respirar son dos funciones naturales del cuerpo humano pero que debíamos aunar con eficacia para no sentirnos incómodos.
Más cerca del cielo
Llegamos a un bosque refrescante con plantas más altas y helechos enormes. Finalmente, lo tan esperado: ¡unos bancos para poder sentarnos! Estábamos en El Ciruelillo. Apreciamos el pueblo en toda su extensión. Tiene forma de semicírculo y su eje es la Carretera Austral.
Cómodamente instalados, nuestra vista llegaba hasta las afueras del pueblo y la unión de los ríos Palena y Rosselot. También divisamos el puente colgante sobre el río Rosselot. Todo aquello que habíamos aprendido en los planos ahora estaba a nuestra disposición de un solo vistazo.
El sendero hasta allí cubría mil doscientos metros y nos permitió admirar una amplia gama de verdes. Grandes extensiones de campos sembrados y los dos ríos que parecen pintados de ese mismo color, aunque el Palena tiene sus aguas más claras.
Cambio de tonalidades
Unas nubes presagiaban tormenta y también agregaban colores distintos al cielo. Una amplia gama de grises invitaba a terminar pronto con nuestra caminata.
Aún sentados en el banco, prestamos atención a la voz del pueblo, ese murmullo proveniente de su gente, el paso de los autos por la carretera, una sierra sin fin de un aserradero. Su vida diaria se hizo escuchar.
Bajamos con cierta prisa, un poco por la pendiente a nuestro favor y otro poco porque se anunciaba lluvia. Con las primeras gotas sobre nuestras cabezas, recordamos ese dicho de nuestro amigo Rubén: “Norte claro, Sur oscuro, aguacero seguro…”.
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