Pasamos por los pasos White y Collingwood, los más estrechos de la travesía. Aparecieron los primeros ramales del campo de hielo del Parque Nacional Bernardo de O´Higgins, donde la Patagonia insular confronta con las maravillas de la cordillera de los Andes.
Al ingresar al canal Sarmiento, el agua cambió de coloración ya que llegaban vestigios de algunos glaciares en regresión. El solo pensar que por esas aguas navegaron goletas y embarcaciones menores a mediados del siglo XIX, cuando se fundó el fuerte Bulnes, nos hizo estremecer.
Al llegar el mediodía, almorzamos en el salón principal. El menú no era de alta cocina pero sí delicioso. Afuera el paisaje seguía ofreciendo sorpresas y transformándose a cada instante durante toda la tarde. A los bosques de lenga, ciprés y canelo se sumaron algunos saltos de agua que finalizaban sobre los fiordos.
A la noche, todos nos mantuvimos adentro y, después de la cena, el clima se hizo más festivo. Se escuchaban charlas en distintos idiomas y sonido de copas que hacían brindis por esa navegación fantástica. Jugamos al bingo y luego nos fuimos a dormir y el Navimag quedó en silencio.
Al inicio del nuevo día el movimiento casi no se sentía. Llegamos a Puerto Edén, una pequeña población sobre la isla Wellington, en la que viven descendientes de tribus alacalufes o kawésqar, marinos y nómades. La población indígena desapareció junto con la llegada de la religión y el progreso. Un caserío pequeño sobre pilotes en el declive de las montañas estaba unido por pasillos de madera elevados. Recorrimos el lugar y los lugareños nos vendieron sus artesanías de piel de foca, cuero y mimbre; complementan su economía con la recolección de mariscos.
El itinerario continuó por la angostura Inglesa, lugar propicio para el mareo dado el movimiento fuerte que sufre el barco por los vientos que llegan del océano Pacífico. Algunos logramos pasar el momento entretenidos con un ajedrez gigante dispuesto en la cubierta superior. Un barco varado, el C. Leónidas, motivó que nos contaran su historia real o la leyenda que corre por esos parajes.
Pasamos por los canales Ninulac y Moraleda. Unas toninas overas nos acompañaron un largo trecho a babor y estribor. Conocimos el cerro Maca y el golfo Corcovado, en el que, a veces, pueden verse ballenas jorobadas.
Cuando se inició el costeo de la isla de Chiloé, supimos que no estábamos lejos de las aguas del golfo de Ancud. El último atardecer antes de desembarcar nos hizo despedir los rayos del sol y recibir el cielo tachonado de constelaciones como no lo habíamos visto antes. Los salones espaciosos y las terrazas panorámicas nos despidieron de ese viaje sin lujos pero con atención esmerada a bordo.
A la madrugada del día siguiente, el seno de Reloncaví se hizo presente y con él, el muelle de los transbordadores de Puerto Montt. La travesía llegaba a su fin y nos dejaba un gusto a poco ya que dejábamos atrás las aguas, islas y parajes australes deslumbrantes, donde el sol existe aunque su calor casi no se sienta.
Contacto
Hoteles en
Puerto Natales / Torres del Paine
Ubicación
Características
Duración3 días y medio
Dificultadbajo
Tipo de tourContemplativo
Extras
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Para tener en cuentaReservas: se deben realizar con mucha anticipación.
El Navimag cuenta con distintos niveles de cabinas con ropa de cama incluida (interiores, exteriores, con baño compartido o individual).
La navegación se realiza por latitudes de bajas temperaturas, por lo que se recomienda llevar ropa de abrigo, calzado adecuado y de tipo sport.
Las tarifas incluyen almuerzos, desayunos y cenas; las bebidas alcohólicas son aparte.
En el transbordador no existen ascensores ni otros servicios especiales para discapacitados.