Paseos y excursiones:
Acceso a cuevas volcánicas del Villarrica
Mónica Pons Jorge GonzalezUna fumarola tenue y constante caracteriza su cumbre y demuestra una actividad interna leve, por lo que se lo considera activo. ESTA EXCURSION NO SE REALIZA POR EL MOMENTO.
Recortado en el horizonte entre Villarrica y Pucón, el volcán Villarrica forma parte de la vida de estas poblaciones acostumbradas a su continuo humear que, de noche, colorea de tono rojizo el cielo. Parece sorprendente que exista la posibilidad de ingresar a sus cavernas tapizadas de lava de erupciones del pasado.
Junto con los guías de la agencia de turismo viajamos hasta el faldeo de dicha estructura geológica y, en la llamada Casa de los Volcanes, nos adelantaron información acerca de lo que veríamos en instantes. Nos internaríamos en planos profundos de la montaña, las distintas emisiones antiguas de materias sólidas, líquidas y gaseosas dejaron su impronta al formar increíbles galerías interiores.
En lengua mapudungun se lo conoce como Rucapillán o “casa del diablo”. De a uno en fondo ingresamos y fuimos descendiendo en forma lenta protegidos por un casco en la cabeza y linternas en mano. El terreno y las paredes eran irregulares y debimos prestar atención para caminar y no chocar contra puntas filosas de piedra. Algunas escaleras ubicadas en puntos estratégicos nos permitieron salvar la distinta altura de las galerías.
El guía reunió a todo el grupo en un punto del trayecto para decirnos: “Aún quedan vestigios de la erupción que este volcán hizo en el año 1971. Un torrente de lava de diez metros de grosor y 200 metros de ancho bajó desde el cráter hacia el lago Calafquen y arrasó a su paso con las poblaciones rurales”.
Descubrimos así cómo se instalaron en el ecosistema subterráneo las masas de lava solidificada proveniente de esos movimientos del magma. Habíamos bajado a 45 metros bajo tierra y sentimos algo extraño ante la realidad que vivíamos: estábamos dentro de un volcán que mostró su furia en el pasado y aún está vivo.
Cuando el guía nos pidió que apagáramos las linternas, permanecimos unos minutos en silencio, con una oscuridad absoluta, sin poder vernos entre nosotros. Fue una experiencia corta pero intensa en la última etapa del paseo y en seguida salimos a la luz natural para pisar otra vez el mundo exterior.
Sin que hayamos comprendido a fondo la ciencia que estudia el comportamiento de los volcanes, nos quedó la sensación de su fuerza interior y lo pequeño que es el ser humano ante la naturaleza en acción. También supimos que funciona en la zona una central de monitoreo que examina en forma constante los acontecimientos del Villarrica, algo fundamental para quienes, como nosotros, estábamos de paso por la región.
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