Es imposible calcular el número de personas que la caminan. Pero además de la presencia del hombre, le siguen en igual número las bicicletas. Las hay de todos los tamaños, modelos y rodados. Y aunque no tienen vida propia, pasan el día esperando en grupos de 20 o 30 que los turistas las vengan a buscar para comenzar así alguno de los típicos recorridos por la zona.
En nuestro caso, alquilamos dos para andar todo el día y, luego de comprar algunas provisiones de frutas, fiambres y agua fresca en la despensa del pueblo, nos largamos a pedalear a los distintos lugares de la ciudad a los que se puede llegar en bici.
Lo increíble es que existen sitios atractivos en cualquiera de los cuatro puntos cardinales. En nuestro caso elegimos recorrer la ciudad y salir de ella por una zona de la que todo el mundo habla pero que muy pocos pueden nombrar correctamente: los famosos muros de San Pedro.
De San Pedro al Pucará
Se trata de una calle hermosa que se encuentra encajonada por gruesos muros de adobe a ambos lados, que por sus diferentes formas y diseños identifican las distintas propiedades.
Luego de llegar hasta el final de la misma, decidimos volver al centro de la ciudad donde la plaza principal, la iglesia y la municipalidad nos servirían de vigías de nuestro ejecutivo almuerzo. Un grupo de carabineros (policía chilena) se encontraba tentado de probar nuestra ensalada de paltas y duraznos frescos.
La idea era recuperar energías para acercarnos hasta el Pucará de Quitor, que al norte de la ciudad y a tan sólo 3 kilómetros es la meta de la mayoría de los turistas que por unas horas se transforman en ciclistas experimentados.
Después de pedalear 20 minutos y cruzar varios arroyos casi secos, llegamos hasta la entrada del Pucará. Su belleza, al igual que su ubicación estratégica, es algo que enseguida se manifiesta en los rostros.
En nombre del Ckóntor
Allá, a lo alto, junto al vuelo de algunos cóndores (la palabra es de origen atacameño y se pronuncia “Ckóntor”), se encuentra una verdadera fortaleza construida con piedra y adobe que aún hoy resiste el paso del tiempo.
Poco quedó de ella con la llegada de los españoles, que incluso se entretenían matando con sus bayonetas a estos grandes pájaros que, dicen las leyendas, los atacaban en grupos bajando en picada unos detrás de otros.
Cuando emprendíamos la vuelta, observamos la presencia de alguien que con su mirada había estado siguiendo todo nuestro recorrido: el gigante volcán Licancabur.
La vuelta a la ciudad nos resultó mágica, aunque era imposible dejar de imaginar cómo fueron aquellos tiempos en que los atacameños eran mayoría y bajo sus patrones se regía este mundo.
La calle Caracoles se encontraba casi vacía, señal de que la mayoría de los locales y turistas se encontraba descansando luego del almuerzo.
Devolvimos las bicicletas y comenzamos a caminar hasta nuestro hostel. Pero ya nada era igual, nos faltaba ritmo y emoción; “velocidad” es la palabra adecuada para definir nuestra falta. No hay duda de que en bicicleta es otra cosa.
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Para tener en cuentaEn San Pedro de Atacama, cualquier rumbo que se elija nos llevará a verdaderos vergeles para el ojo humano. En bici es posible llegar hasta el Valle de la Luna y el de la Muerte, hasta el Pucará de Quitor, al refrescante Pozo 3 (un pequeño oasis de agua) y a la aldea de Tulor. Todos, destinos distantes a no más de 5 kilómetros de la ciudad. Para mayores distancias se recomienda el uso de vehículos motorizados.
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Caracoles 317
(1410000)
San Pedro de Atacama
II Región de Antofagasta
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