Este colono plantó una palmera por cada hijo que tuvo y abrió junto a su hogar un restaurante que hasta el día de hoy es comandado por uno de sus sucesores y se luce por su cocina casera. En un cálido ambiente lleno de historia se pueden degustar champiñones al Pil Pil, exquisiteces de mar o cerdo con puré de manzana y chukrut, entre otros singulares platos.
Por la misma Millaray se llega también hasta las construcciones de otros inmigrantes germanos, como la casa Pfaff, la Vyhmeister y Hotel Central o Casa Geister, donde paró el ilustre poeta Pablo Neruda. Después, se puede subir hasta el parque Santa Elena, un predio de 6 hectáreas donadas por Kortwick donde crece una frondosa arboleda nativa de hualles, copihues, tigues, boldos y murtillas.
A través de los senderos se llega hasta la reserva forestal de la CONAF (Corporación Nacional Forestal) y a los famosos túneles de La Huiña y Contulmo.
Otro lugar emblemático es el molino Grollmus, en el puerto de Contulmo. Por medio de un sistema de turbinas, este casi centenario molino ha permitido la molienda de trigo y manzana, y el funcionamiento de un aserradero.
Una deliciosa rareza
Las bondades del microclima que genera el entorno de la cordillera de Nahuelbuta facilitó la actividad hortofrutícola, en especial el cultivo de la frutilla. La variedad blanca de este fruto que se da en muy pocos lugares representa a Contulmo y es la protagonista del principal evento local: la Fiesta de la Frutilla, que se realiza en diciembre. Además, en verano se organizan las Semanas Musicales (enero) y la Semana Contulmana (febrero), con ferias costumbristas mapuches y espectáculos artísticos.
Pero si no viaja para esas fiestas, un típico lugar para probar la famosa frutilla blanca es la confitería Kucsen. Situada en las afueras del pueblo, su cuidada repostería alemana, que se destaca por un delicioso té acompañado de frutillas frescas, puede convertirse en una dulce despedida antes de continuar el recorrido por la región.