Continuamos caminando hacia la península, que no se puede visitar por estar ocupada por condominios privados, y seguimos por la costanera Geiss hacia el sector conocido como La Poza. Renovado en su estructura, es un paseo muy agradable con un paredón de piedras que contiene la arena y césped de la playa. Comienza en la plazoleta Ermelinda Hott, lugar de fiestas y celebraciones habituales, y termina en el muelle de los marinos. Un pequeño sector portuario con embarcaciones y catamaranes de excursión nos confirmó que la playa solo se utiliza para broncearse pero el agua no es apta para nadar.
Al tomar la avenida O´Higgins, entramos en la zona más dinámica de Pucón donde, junto a las calles transversales, vivimos la vorágine de su parte comercial. Ansorena y Fresia, son las arterias más transitadas. Sin un rumbo muy preciso, conocimos sus centros de compras, gastronomía, ferias artesanales y agencias especializadas en turismo de aventura.
La calle Fresia merece unas líneas aparte porque sus casas de comidas instalan terrazas de madera en la vereda con mesas y sillas para comer al aire libre. En época estival, Fresia se convierte en paseo peatonal y se caracteriza además por la naturaleza de su vegetación nativa, que varía de acuerdo con su cercanía con la montaña, el bosque o el lago.
En Fresia al 200 y en la esquina de O`Higgins y Colo Colo, encontramos dos galerías comerciales imperdibles. En la primera, nos tentamos con especialidades alemanas en kuchen y strudel, y en ambas nos sorprendimos por casas de indumentaria deportiva técnica y náutica de gran calidad y tecnología.
Las confiterías, pubs y restaurantes ofrecen especialidades de todo tipo, a toda hora. Como localidad de veraneo, es posible ver a quien comienza el día con una omelette de salmón o un completo brunch, mezcla de desayuno y almuerzo, junto a quien sólo toma un café. Para tomar una cerveza artesanal, toda hora es buena y las opciones se multiplican.
La plaza principal nos recibió bajo la sombra de sus árboles frondosos y admiramos el emblemático Hotel Pucón, un cinco estrellas de grandes dimensiones y gran señorío.
El volcán Villarrica nos acompañó en muchas de las esquinas, inmenso, con su clásica fumarola. Pero fue en La Poza, sentados y en silencio, donde disfrutamos las últimas tonalidades de un atardecer que teñía sus nieves eternas.
De noche, la ciudad cambia de fisonomía y faroles y luces tenues conquistan las calles. Se deambula buscando el lugar para cenar y también aquel donde terminar el día con una buena copa, o en el casino...
Pucón es pequeña pero las posibilidades para pasarla bien son infinitas.