Paseos y excursiones:
Senderos del Paine en bicicleta
Mónica Pons Marcelo SolaSobre una bici de montaña, los detalles del entorno se perciben con más precisión que sobre un auto. La bicicleta permite, además, cubrir mayores distancias que a pie.

Los alrededores de la ciudad de Puerto Natales se pueden recorrer de muchas maneras. Cuando el clima acompaña, la bicicleta es uno de los medios más aprovechados por quienes aman el contacto directo con la naturaleza.
Nos acercamos a una agencia que realiza cicloturismo para hacer con ellos una salida por la zona. La aventura comenzó sobre una camioneta 4x4 en la que las bicicletas viajaron en el portaequipaje y nosotros instalados en su interior durante unos treinta kilómetros hacia el norte.

Al llegar a un camino de ripio, se inició la pedaleada. Los guías nos recordarnos el uso de los cambios de marcha y todos adaptamos la altura del asiento y el casco de seguridad. Una bajada liviana nos dejó en la orilla de la laguna Sofía, en la que se reflejaban el recorte de la cordillera de los Andes, un sector de bosque y los paredones de piedra poblados de cóndores.
Luego, el sendero se hizo más angosto y en subida. La panorámica se fue ampliando hasta que nos detuvimos unos minutos para disfrutar de ese lugar e ingerir lo que llevábamos: fruta y chocolates.

En el horizonte, y en medio de un silencio sorprendente, se recortaron el cerro Prat, la Punta Tenerife, el cerro Almirante Nieto y las puntas y cuernos de las Torres del Paine. Haber llegado a ese punto parecía suficiente como para estar satisfechos y volver a casa. Pero el paseo aún tenía mucho más para mostrar.
Se sucedieron subidas y bajadas durante las cuales pudimos apreciar sonidos, olores y parajes que quedarían para siempre en nuestros sentidos. A la par, fuimos adecuando velocidad y esfuerzo a los intereses y posibilidades del grupo. Aceptamos el consejo de hidratarnos, una práctica saludable para disminuir el cansancio y mantener en forma el organismo.

Llegó el momento de ascender por una cuesta que parecía interminable y tuvimos que emplear todas nuestras fuerzas; pusimos los cambios de la bici en el plato más pequeño y la corona más grande.
Una vez en la cima, dejamos las dos ruedas por unos minutos para subir por la falda del cerro hasta su cima, pasando por una cueva. Lo que vimos allí fue impresionante: el valle de Sofía, el seno Última Esperanza, el fiordo Eberhard y, a lo lejos, el inicio de los glaciares Balmaceda y Serrano. Desde ese punto de contemplación, todos los sitios característicos de la zona parecían unificados.

Regresamos a tomar las mountain bikes para desandar el camino y, en la bajada, alcanzamos los 40 kilómetros por hora. Luego de varios saltos de agua y badenes naturales, nos condujeron a la entrada de la Cueva del Milodón.
La prehistoria ante nosotros
Esa caverna es famosa por haber albergado los restos de un animal herbívoro de grandes dimensiones, extinguido a fines del Pleistoceno. La importancia de ese hallazgo se complementa con otros de gran valor arqueológico, por haber sido morada del hombre patagónico primitivo.

Luego de ese encuentro con el pasado, hicimos un picnic para reponer energías y comer lo que llevábamos en nuestras mochilas. Nos detuvimos en una larga charla hasta que notamos que el cielo se tornaba rojizo y el atardecer era un hecho incipiente. Entonces montamos las bicis en la 4x4 y emprendimos el regreso a Natales. Una breve mirada hacia atrás nos despidió de ese camino de ripio que nos había adoptado como ciclistas.
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