Las casas de Machalí son sencillas, pintorescas y pintadas de variados colores, ágilmente diseñadas y con varios puntos de interés que permiten elegir de acuerdo al gusto de cada uno.
Los machalinos tienen una importante tradición en fiestas campestres. Un lugar de referencia es el cerrito San Juan, donde se puede disfrutar de un día de picnic bajo una frondosa vegetación y participar de alguna de esas competencias de domaduras y rodeos que se realizan con frecuencia. Otro punto de interés es el observatorio de Machalí, cuya visita incluye charlas y observaciones diurnas y nocturnas, lo cual abre un nuevo campo en relación con la astronomía y el universo tanto para los visitantes como para los pobladores locales.
Machalí tiene fama de tener buena vida nocturna, especialmente en verano, en que sus veredas se pueblan de mesitas con gente de toda edad tomando cervezas y charlando entre amigos sin ningún apuro.
Mientras seguíamos el recorrido, nos enteramos de la existencia de un novedoso proyecto llamado Ruta Hacienda Machalí, una zona con un gran atractivo natural y cultural.
La Hacienda, Alto Refugio El Bosque, Santa Bárbara, Rucarayen y La Parcela son algunos de los nombres de los establecimientos que ofrecen cabalgatas, balnearios con piscinas naturales, observación de la naturaleza, cata de excelentes vinos, degustaciones de productos de campo y alojamiento en cabañas de muy buen nivel.
Más adelante, se multiplican las viñas aquí y allá haciendo resaltar el verde de las hojas y la cuadrícula que forman las plantas, prolijas, esmeradamente cuidadas. Bajamos del vehículo por unos minutos y pudimos comprobar que algunas plantas eran más altas que una persona de pie. Algo asombroso.
Así, kilómetro a kilómetro, descubrimos algunos lugares difíciles de olvidar: un Criadero de Alpacas; la mina de cobre El Teniente y el poblado de Coya; las termas de Cauquenes y, llegando finalmente, la reserva nacional Río Cipreses.