Hicimos un alto en una de las tradicionales casas de té para disfrutar de su excelente repostería y dejarnos llevar por la atmósfera serena del paisaje. Probamos su kuchen, torta famosa por sabrosa pero también porque remite a las viejas recetas de las abuelas alemanas; disfrutamos esa exquisitez en sus variados gustos.
Frente al edificio municipal, un tablero de ajedrez gigante pintado en el piso con piezas que pueden moverse con facilidad invita a jugar.
El símbolo más apreciado de la ciudad es el Teatro del Lago, moderna edificación que da continuidad a la gran atracción que existe por la música, la cultura y el arte. Son famosas sus Semanas Musicales, que se llevan a cabo durante el verano y que permiten la llegada de gran cantidad de gente a la localidad. Su enorme figura sobre la costa del lago y los ornamentos musicales a lo largo de la costanera marcan esa presencia.
Seguimos con nuestra caminata y tomamos la calle Perez Rosales, paralela a la anterior y con similares características. Nos detuvimos en cada jardín y residencias particulares, que combinan la esencia chilena con la alemana. Sobre esta calle también hay varios locales gastronómicos con buenos ofrecimientos de cervezas artesanales y platos regionales basados en el cordero y el cerdo.
Llegamos al Museo Colonial Alemán en el que, rodeados de un hermoso jardín, recorrimos la casona patronal, el molino, la herrería y pudimos entender cómo vivieron los primeros inmigrantes alemanes.
Existe un fuerte cambio de altitud cuando se desea conocer el llamado Frutillar Alto y algunos miradores permiten una visión más amplia de la bahía y la posibilidad de sacar buenas fotos.
Recorrimos las calles anchas del Alto, donde prevalecen los comercios, apartamentos, escuelas, banco y terminal de ómnibus. La presencia de las vías del ferrocarril es una de las huellas que quedaron de la colonización como vía de comunicación de esa época.
De noche, las luces de la costanera se recortaban sobre el lago; el aire algo fresco y poco movimiento de personas nos hizo presentir que la vida nocturna se desarrolla en el interior de los restaurantes y casas particulares, de puertas hacia adentro.
Frutillar es ciudad pero aún tiene la esencia de pueblo del interior, en el que todos se conocen, se saludan y trabajan por mejorar su vida turística. Se respira tranquilidad y música y con ese sentimiento tejimos nuestro relato de la localidad.