Paseos y excursiones:
Exclusivo Club de Yates
Mónica Pons Eduardo EpifanioCon los volcanes Osorno, Puntiagudo, Tronador y Calbuco como telón de fondo, la bahía de Frutillar reúne a los fanáticos del deporte de las velas que surcan el lago.
Es lógico que un enorme espejo de agua como el lago Llanquihue sea un espacio ideal para realizar deportes náuticos y de pesca deportiva, y que el Club de Yates congregue a sus seguidores.
Visitamos las instalaciones, donde una marina enrocada con un calado de hasta dos metros alberga una gran cantidad de embarcaciones que permanecen en el agua todo el año. Fue el primer indicio que nos demostró la gran cantidad de adeptos con que cuenta. Un viejo faro remata una de sus orillas y constituye todo un emblema para la institución.
En el club, la Cofradía Náutica de Frutillar lleva adelante su objetivo de administrar y desarrollar las acciones deportivas y de capacitación a través de su escuela de vela. Con varios años de intenso trabajo y mucha dedicación, sus integrantes se han ocupado de organizar las más variadas regatas para distintos tipos de embarcación y edades.
Consultamos acerca de las actividades y nos enteramos de que la escuela de vela cuenta con monitores capacitados para la enseñanza y con veleros optimist clase olímpica. Estos son elegidos para instruir a los niños de edad mediana por su ductilidad, seguridad y necesidad de maniobras similares a un yate mayor.
Los miembros de la cofradía, conocedores de los vientos y los ritmos de navegación de acuerdo a la frecuencia de olas, tienen en el club su espacio para tomar una copa y deleitarse con largas charlas. Además, fijan normas de respeto mutuo y protección a la naturaleza.
Recorrimos el muelle y su coqueto restaurante y bar con una edificación enteramente realizada con durmientes de madera de inicios del siglo XX y en un ambiente netamente marinero, que puede ser visitado durante todo el año y por todo público. Una gran chimenea nos hizo imaginar el fuego encendido en invierno y una reunión de amigos a su alrededor.
Salimos a navegar en la embarcación Colono acompañados por las gaviotas que surcan el aire y que llegan desde el mar por cercanía con Puerto Montt. Esta excursión nos permitió admirar el Club de Yates desde el agua y sentir la brisa y el sol de una hermosa tarde de primavera.
De regreso, nos esperaba el amplio menú del restaurante La Cofradía con sus exquisitos tapeos, con amplia gama de platos de fondo y carta de bebidas. A continuación del salón comedor y hacia la zona del muelle, un espacio confortable y con amplios ventanales permite tomar una copa en el Barlovento Bar en época estival.
Es sabido que Frutillar ofrece paz y cultura a quienes la eligen para vivir o llegan a conocerla, y que esta actividad de la navegación a vela es un motivo más para hacer una visita a la ciudad.
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