Paseos y excursiones:
Aguas templadas del Caburgua
Mónica Pons Eduardo EpifanioDisfrutar de una jornada en la playa es uno de los placeres más deseados cuando se está de vacaciones. Esta es una de las más elegidas.

El lago Caburgua, cercano a la ciudad de Pucón, atrapa por sus aguas templadas y su entorno plácido; se puede tomar sol, nadar, realizar actividades náuticas o simplemente gozar de su contacto placentero.
Decididos a pasar la tarde extendidos en la arena, dejamos el área central para trasladarnos en auto a través de un recorrido que resultó corto y muy ameno. Al paso, encontramos los ríos Trancura y Liucura, cauces de agua utilizados para deportes como rafting, hidrospeed y pesca. Ambos son vecinos de los dos cordones termales importantes que caracterizan la zona.

Pudimos, además, conocer la pasarela y población Queule. A un costado del aeropuerto, un viejo puente colgante de una sola mano quedó como señal de otra época; al lado se construyó un puente carretero más importante y muy transitado. Caminamos por ambos y desde el segundo tomamos fotografías increíbles de los volcanes Lanín, Quetrupillán y Villarrica. Una comunidad mapuche se halla instalada desde siempre en ese paraje y, en verano, ofrece su clásica feria costumbrista en la que se palpa de cerca la gastronomía y artesanías propias de su cultura.
Un bulevar con cabañas, restaurantes de comidas típicas chilenas, supermercados y artesanías nos anunció la llegada a la villa que rodea el balneario. Frente al espejo de agua del lago, nos recibió una playa de arena blanca, fina, con un movimiento incesante de personas que gozaban del buen día de sol junto a la orilla. Aprovechamos la sombra de árboles inmensos para ubicarnos y contemplar todo.

Algunos catamaranes hacían sus salidas de excursión y muchos kayaks y veleros coloridos se desplazaban lentamente. Luego de asolearnos un rato, nos sumergimos en las aguas transparentes y puras y su contacto fue placentero al instante.
Una curiosidad del lago Caburgua es que tiene dos sectores de baño muy cercanos entre sí, con arenas de distinto color y procedencia geológica: la playa Blanca y la playa Negra. Para llegar a la segunda, tomamos un sendero paralelo a la costa hacia la izquierda del punto de arribo. Más tranquila, de un color oscuro sorprendente, ostenta un entorno montañoso tan magnífico como el anterior.

El volcán Villarrica nos mostró su cumbre nevada y su fumarola. Al final de la tarde, cuando el sol se escondía, un tenue color rosado lo tiñó por completo. El recorte de las montañas, a lo lejos, se hizo más evidente y lentamente dijimos adiós al día de playa para regresar al centro de Pucón.

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