Paseos y excursiones:
Vuelta al lago Llanquihue
Mónica Pons Jorge GonzálezDurante el recorrido conocimos el contorno del lago y sus aguas cristalinas acompañaron cada uno de nuestros movimientos, como un pasajero más de la excursión.

Puerto Varas es un excelente punto de partida de un circuito terrestre de día completo que rodea el lago Llanquihue y que toca cada uno de sus rincones. Para ello, dejamos atrás la hermosa arquitectura alemana de la ciudad para ingresar de a poco en zonas más agrestes e internarnos en la selva valdiviana.
Partimos desde el centro por la ruta que, hacia el este, se dirige a Ensenada. En pocos minutos, dejamos atrás el área poblada; pasamos por las playas Hermosa, Niklitscher, Punta Cabras y Poza Loreley, cada una con su encanto particular. Esta última tiene la característica de contar con una laguna, la Verde, una vegetación profusa y una isla a la que se accede en kayak; muchos jóvenes disfrutaban de su día al sol.

Continuamos la marcha hacia el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, refugio verde de la naturaleza. Observamos asombrados un escorial de lava que hace casi 200 años llegó hasta la costa; el volcán Osorno nos marcó así su presencia. El ambiente se presentó húmedo por la presencia de distintas especies arbóreas y, al hacer una parada, notamos que allí el volcán es protagonista absoluto. Guías especializados acompañan en los ascensos como única manera de acceder a sus laderas, grietas y sectores con nubes bajas de gran peligrosidad. El centro de esquí La Burbuja es muy visitado aún por quienes no practican este deporte.
Siguiendo el camino que nos habíamos trazado, continuamos hacia la zona de Las Cascadas, lugar con población estable escasa pero que en verano es visitado por quienes buscan en sus balnearios pequeños la tranquilidad deseada. Cuenta con campings, cabañas y autobuses que prestan servicios hacia Osorno. La figura del volcán en este punto se acrecienta, se aprecia en su totalidad y es necesario asesorarse para tomar algunos de los senderos que llevan hacia las cascadas. En playa El Maitén, notamos con sorpresa una capilla muy antigua que utilizaran los colonos alemanes; imposible imaginarse lo que habrá significado la apertura de caminos para construir sus nuevas moradas.

El recorrido viró hacia el sur. Conocimos la playa Maqui, desde donde hicimos una caminata por una puntilla sobre un acantilado con vistas panorámicas increíbles. Se veían tres volcanes, la península Centinela y el frente lacustre de la ciudad de Frutillar. Poco faltaba para dar la vuelta completa al Llanquihue y la presencia de Puerto Octay nos conectó nuevamente con los pintorescos pueblos costeros más habitados. Dimos una vuelta por él y destacamos sus lomadas, sus casas con historia y una hermosa vista desde la bahía Centinela.
Al llegar a Frutillar hicimos una parada de un par de horas, ya que era mucho lo que había para investigar. Mientras nos descalzábamos en sus playas de arena a orillas del lago, observamos sus jardines floridos y sus construcciones de madera de neto estilo germánico. Es una ciudad alegre, con empuje y con gran espíritu cultural. En febrero, por ejemplo, se realizan sus Semanas Musicales, con gran afluencia de público que llega desde lejos para disfrutar de sus espectáculos. También en gastronomía es conocida por sus postres, sus kuchen y sus restaurantes con especialidades alemanas y regionales de excelencia.

Llanquihue fue la siguiente parada del camino costero con buenas vistas del volcán Osorno y hotelería, clubes de pesca y caza. Desde allí, tomamos la ruta Panamericana para regresar a Puerto Varas, luego de un largo y placentero día de excursión.

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